Origen de las lenguas indoeuropeas: Parte IX
Cultura escita
Introducción
Hola, Andrés Muni nuevamente. El siguiente documento tiene algunos nombres. He intentado ser lo más exacto posible con respecto a esa cuestión. No obstante, si notas algún error, por favor envíame un e-mail para corregir lo que deba corregirse.
En este documento, estudiaremos la antigua cultura escita. ¡Que la disfrutes!
Un primer acercamiento
Los lejanos orígenes del pueblo escita se remontan al 1.000 a. de J. C. Un hecho clave en su cultura fue la domesticación del caballo, y el entorno en el cual se desarrolló abarcaba el vasto territorio de las estepas eurasiáticas. La aparición de los jinetes alteraría el curso de la historia humana. No se sabe cómo se llamaban a sí mismos esos jinetes de las estepas, quienes luego se agruparán en la forma de bandas de merodeadores hostiles. Puesto que estas tribus no conocían la escritura, los nombres que se les dieron eran generalizaciones hechas por pueblos extranjeros (griego y chino), que, en distintos tiempos y lugares, se cruzaron con los escitas y escribieron sobre ellos.
Su territorio incluía casi 6.000 km de estepa, desde Hungría hasta Manchuria. Se los conocía por diferentes nombres según la región, por ejemplo, escitas, sármatas, yueh-chi y hsiung-nu. Eran hombres barbados, con rostros curtidos por el clima y largas cabelleras desaliñadas. Bebían de los cráneos de sus enemigos muertos en batalla y ostentaban los cueros cabelludos de sus víctimas como trofeos o botines de guerra. En un tiempo donde las naciones no habían formado todavía sus regimientos de caballería, y sólo poseía infantería y carros de guerra, el pueblo escita, debido a que utilizaba caballos y también debido a su inherente habilidad como arqueros, desplegó devastadoras maniobras dotadas de gran movilidad. Sus prendas, armamento y tácticas exhibían un nivel de experiencia que era el resultado de muchas generaciones de gente viviendo prácticamente a caballo.
Usaban pantalones, botas flexibles sin taco, armaduras de cuero o escamas imbricadas y ropas con mangas angostas que les permitían moverse libremente. Cada hombre llevaba arco y flechas almacenadas en una funda (gorytus), junto con una espada de hoja recta hecha de bronce o hierro, aparte de venablos y escudos de cuero reforzados con placas metálicas. En marcha, mostraban armonía en sus movimientos a caballo y no desmontaban de ellos ni siquiera para comer o beber. Sus caballos eran pequeños, vigorosos y descendían de las manadas salvajes de la estepa.
Los escitas cabalgaban sobre monturas rudimentarias sin estribos. Algunos autores suponen que el pueblo escita provino de la cuenca del Volga. Llegaron a la estepa del sur de Rusia (1.000 a. de J. C.), y expulsaron a los cimerios de allí. A finales del siglo VI a. de J. C., los escitas dominaban el territorio actualmente ocupado por Ucrania (la planicie que se extiende hacia el oeste, desde los mares Negro y de Azov hasta la desembocadura del río Danubio. Subyugaron a los campesinos que vivían en las márgenes de la estepa y valles fluviales, y sometieron a las colonias comerciales asentadas en las riberas septentrionales del Mar Negro (Ponto Euxino), tales como Oliva, Tiras y Teodosia. Los habitantes de estas ciudades llamaban "Escitia" a este enorme territorio gobernado por esos pueblos nómades, y "escitas" a sus jinetes.
En profundidad
Los escitas no dejaron ningún documento escrito. Se los reconoce históricamente debido a las descripciones hechas por Heródoto y otros escritores. A partir de fuentes antiguas, se conocen los nombres de diversas tribus, los cuales parecen ser de origen iraní. Estos pueblos consistían en diferentes grupos pero tenían el mismo estilo de vida; además, sus tradiciones funerarias eran similares. En otras palabras, el término "escita" no designa a un único pueblo sino a numerosas tribus que comparten una cultura común. Los principales testimonios históricos con respecto a la existencia de los escitas surgen de las gran pompa y del esplendor exhibidos cuando enterraban a sus reyes y otros personajes importantes. Existen miles de pequeños y grandes túmulos desde Ucrania hasta la cordillera Altai en Siberia, los cuales marcan las tumbas de sus difuntos más respetados.
Estas tumbas revelan un aspecto escita que ya había sido exaltado por Heródoto y otros autores: la fuerza y vitalidad de sus obras artísticas. Los escitas, al igual que otros pueblos de las estepas, estaban muy interesados en los animales, casi todos ellos salvajes o fantásticos. En estas obras de arte hay águilas, ciervos, leopardos y grifos (a veces trabados en un combate mortal) grabados en placas de oro que los jinetes utilizaban para decorar sus prendas, riendas, hebillas de cinturón y similares adornos. Tenían un fuerte gusto por el arte griego a partir de su contacto con orfebres que vivían en las colonias comerciales griegas situadas en las orillas del Mar Negro. Han habido nuevos descubrimientos en sus tumbas por más de dos siglos (brazaletes, diademas, empuñaduras y vainas de espadas, vasijas, etc.). Sin embargo, fue sólo en la segunda mitad del siglo veinte que se encontraron ciertas evidencias que ayudaron a representar claramente la importancia y posición ocupada por los escitas en la sociedad nómada de las estepas.
En 1971, un grupo de arqueólogos soviéticos descubrieron un túmulo funerario que tenía 2,400 años de antigüedad. Cuando los que realizaban la excavación llegaron al fondo de dicho túmulo, se dieron cuenta que era una tumba que todavía no había sido saqueada... algo excepcional... ya que la última tumba intacta se había descubierto en 1912. Los elementos que hallaron allí, los cuales eran esenciales para la reconstrucción de la historia de estos jinetes, podrían haberse dañado o perdido a no ser por una orden dada por el zar Pedro el Grande (siglo XVIII), quien fue el que construyó un Museo Imperial en el cual uno de sus gabinetes exhibía una porción de los tesoros pertenecientes a las tumbas siberianas. Los escitas nunca intentaron esconder sus sepulturas. Al contrario, confiando en el hecho de que ninguno de ellos osaría perturbar la última morada de sus muertos, ellos las resaltaron apilando tierra y rocas para formar un montículo sobre las tumbas ("kurgans", en lengua rusa). En Ucrania, existen casi 100.000 túmulos de esa clase, y la zona de Minusinsk (Siberia) es una gigantesca necrópolis.
El saqueo de estos túmulos atrajo la atención de Pedro el Grande y éste fue el prólogo del redescubrimiento de los escitas y otros pueblos nómades. En 1715, el zar recibió una enorme colección de objetos artísticos de oro en conmemoración del nacimiento de su primogénito. El tesoro, que había sido tomado de los túmulos funerarios de Siberia, deslumbró al zar y a su corte debido a la maestría y dinamismo con los cuales se mostraban a los animales en esas piezas. Cuando el zar se enteró de que otras piezas similares a las que les fueron regaladas estaban siendo robadas de los sepulcros para fundirlas, ordenó ponerle fin a esa destrucción y exigió que desde ese momento en adelante deberían ser entregadas a la Corona. La piezas recuperadas constituyeron el núcleo del tesoro siberiano de Pedro el Grande, el cual se encuentra actualmente en el Museo del Ermitage en San Petersburgo.
En el 2001, los arqueólogos rusos estaban excavando en la República de Tuva, una región apenas conocida en Siberia que pertenece a la Federación Rusa, ubicada 3.400 km al este de Moscú. En un kurgan llamado Arzhan-2, descubrieron una cripta de madera aún intacta, con dos esqueletos y 20 kg de oro, mucho más oro que cualquier otro arqueólogo hubiera hallado en una tumba siberiana. En otra área del kurgan, se toparon con una sepultura con increíbles restos de ropas, la tumba de un caballo y muchos otros lugares de entierro (algunos de ellos escitas y otros vinculados con culturas posteriores). Había alrededor de 5.700 piezas de oro en total, las cuales mostraban mayormente imágenes de animales, particularmente felinos (leones y tigres) y jabalíes, junto con algunos puñados de cuentas hechas de ámbar procedente de la región báltica. Este tesoro podría haber arribado a esa región en la forma de artículos comerciales o como parte de algún botín.
Se ha encontrado gran cantidad de oro en las tumbas escitas de Ucrania, pero son piezas creadas en tiempos posteriores, ya sea por orfebres griegos o bajo su influencia. Las 5.700 piezas mencionadas en el párrafo anterior son más antiguas que éstas que se mencionan al comienzo del presente párrafo. Las primeras claramente muestran el especial estilo escita, lo cual prueba que los escitas eran diestros orfebres mucho tiempo antes de su encuentro con los griegos. Este hallazgo arroja nueva luz sobre la forma de vida escita, puesto que al ser los griegos los creadores de los célebres adornos de oro escitas que se descubrieron cerca del Mar Negro, nadie sospechaba que este pueblo nómade tuviese grandes méritos artísticos. No obstante, en cuanto a los ornamentos hallados en Arzhan-2, no se ha probado aún que en el siglo VII a. de J. C. habitaran la región de Tuva pueblos más avanzados. Las tumbas excavadas no revelan ningún contacto entre escitas y griegos en esa época.
Los estudiosos creen ahora que existieron asentamientos donde orfebres sedentarios manufacturaron los objetos de oro. Esto refuta el estereotipo que representa a los escitas simplemente como salvajes jinetes guerreros que migraban y asolaban a otros pueblos, ya que se ha demostrado que habían alcanzado un elevado desarrollo cultural. La visión que tenían de ellos mismos y de su mundo se hace evidente en la manera que usaban el oro y en el significado de este metal para ellos. Con el precioso oro crearon objetos muy bellos con los cuales adornaban sus tiendas, sus cabalgaduras e inclusive sus propios cuerpos. Además de su valor económico, el oro tenían una significación especial. Relacionaban al oro con su propia presencia en la tierra, pues creían que el linaje de su soberano supremo había surgido de un hecho milagroso ocurrido en tiempos antiguos, cuando cuatro piezas de oro cayeron desde el cielo. Por esa razón, prestaban homenaje al oro. Lo utilizaban para hacer significativos objetos vinculados generalmente con la magia. Todo su arte, así como el que desarrollaron otros pueblos nómades de las estepas, simboliza un mundo sobrenatural lleno de animales salvajes. Para estos nómades, cuya vida estaba tan estrechamente conectada con los vaivenes de la Naturaleza, los animales eran manifestaciones de fuerzas superiores y representaban la voluntad de poderes sobrehumanos.
Notas finales
Ha sido un buen documento. Decidí incluir una gran imagen de algunos grifos para mostrarte cuán habilidosos orfebres eran los escitas. De este modo, la noción general de personas primitivas que habitaban las estepas y consagraban sus vidas a comer, dormir, devastar pueblos y cosas por el estilo, no es una descripción exacta de estos nómades. Para ser capaces de crear esas piezas de oro, ellos tendrían que haber alcanzado un alto nivel de desarrollo artístico, lo cual evidencia una sólida cultura detrás. Nos vemos.
Información adicional
Este documento ha sido concebido por Andrés Muni, uno de los dos fundadores de este sitio, y versado en lingüística.
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